Te cuento qué fases atravesé yo
y en cuáles te puedo ayudar para dar ese salto.
Te cuento qué fases atravesé yo
y en cuáles te puedo ayudar para dar ese salto.
Puse en marcha mi proyecto profesional en 2013, después de pasar una etapa de mucho miedo y de gran incertidumbre.
Estuve 20 años trabajando en la administración y empresa pública, siguiendo un mandato en algunos casos expreso y otras, oculto. Cumpliendo las expectativas de no sé quién y de la sociedad en general. Al menos ese era el cuento que yo me contaba. Al parecer, ahí estaba la seguridad, en tener una nómina, un horario y un “salga el sol por donde salga tendrás tu economía asegurada”, esas palabras resonaban continuamente en mi cabeza.
El precio a pagar por esa situación era algo de lo que no se hablaba, ni se valoraba. Y si se te ocurría mencionar algo al respecto, podrías recibir un: “¡estás loca!, ni se te ocurra porque te arrepentirás toda la vida”. Y, claro, esto venía de personas a las que respetaba y amaba, de esas personas que querían lo mejor para mí, o eso creía yo.
Ahora, después de muchos años de reflexión, considero que las personas que cumplimos ese mandato, viniendo de familias cuyos padres fueron muy poco a la escuela, éramos un orgullo para ellos, para sus amigos y hasta para los vecinos.
En realidad, cuánto sacrificio (aunque no me guste la palabra) había detrás de cada una de esas historias. Mis padres, por ejemplo, durante muchos años no viajaron, no iban a comer a restaurantes, y el café y el vino ya se lo tomaban en casa. Siempre rodeados de gente, eso sí.
Cuando tenía 35 años empecé a cuestionarme muchas cosas de mi vida. Tenía todo eso que se suponía que daba la felicidad: un apartamento con vistas al Atlántico; un coche descapotable; un puesto de trabajo que mucha gente envidiaba -por la nómina, no por la responsabilidad-; un puesto de trabajo de alta dirección; una casa en la playa y una pareja con la que estaba muy a gusto. ¿Por qué, entonces, me sentía tan profundamente triste y desgraciada?
Cada vez que me miraba al espejo me preguntaba, ¿quién soy yo? Por más que me lo repetía no encontraba respuestas y, a medida que me despojaba de todo lo material, sentía que no era nadie. Hasta ese momento, en ocasiones, pensaba que valíamos en función de lo que habíamos estudiado, trabajado o de lo que teníamos. Y de repente, empecé a revelarme contra todo eso y la pregunta se repetía en mi cabeza una y otra vez. Si no soy eso, ¿quién soy yo?
Entonces empezó mi camino de búsqueda, ese en el que continúo hoy. Empecé a profundizar en mi crecimiento personal y espiritual. En poco tiempo renuncié a ese puesto de trabajo, que tanto me esclavizaba, y puse fin a mi relación de pareja.
Obviamente tomé esa decisión laboral porque podía incorporarme a mi puesto anterior. Así que fue una renuncia a medias, porque en ese momento no tuve el valor suficiente de hacer lo que mi alma me pedía a gritos, ¡sal corriendo de ahí!
Y, con el tiempo, descubrí que lo que me retenía era mi gran vocación de servicio, algo que supe con 12 años. Me fascina trabajar con las personas. Y me entristecía mucho pensar que, si dejaba ese trabajo, la vida me cerraría las puertas. Aun así, cada día, cuando estaba en la cola de la autovía, de casi hora y media, para llegar al trabajo, me preguntaba “¿qué estoy haciendo con mi vida?, ¿es esto lo que quiero para mí?”
El universo me escuchó y sin anestesia previa, de una patada, me sacó de mi zona de confort. Un expediente de regulación de empleo me puso de patitas en la calle.
Creí que me moría, no sólo literalmente, lo sentía en cada poro de mi piel. Transité una tristeza profunda, un duelo que me duró casi un año. Viví el miedo, la inseguridad, el dolor desgarrador.
Uno de los valores más importantes en mi casa siempre fue el trabajo. Pero el trabajo desde el sobreesfuerzo, la perfección, el control, la extenuación. Y, ahora, ¿qué? Sin trabajo parte de mi identidad moría. Yo, que había ido a la universidad tantos años para hacer dos carreras, cursos de postgrado. Yo, que era cursillista y buscadora de vocación.
Dónde quedaría mi independencia económica, qué iba a ser de mi vida… Y así, una pregunta detrás de otra. Les aseguro que ninguna de ellas tenía respuesta y si las tenían eran tremendamente macabras.
Y, aprovecho, para comentarte que, en ese dolor y desconcierto, estaba escondido un gran tesoro para mí: hoy en día sigo acompañando a personas, sigo con mi vocación de servicio, pero lo hago con nuevas herramientas, mucho más alineadas con quien soy y con cómo entiendo esto de emprender, de hacer cambios laborales o personales.
Mi formación y áreas de especialización:
+ Coach personal y ejecutiva certificada.
+ Especializada en Coaching Lúdico. Sistema Ludo corporal.
+ Instructora en técnicas de alto impacto. Firewalking Institute of Research and Education.
+ Máster en Programación Neurolingüística.
+ Con formación en Inteligencia Emocional.
+ Trabajadora Social en ejercicio libre.
+ Licenciada en Ciencias de la Información.
+ Mediadora Familiar, Civil y Mercantil.
En el año 2013 puse en marcha mi propia empresa Cocreandot: Formación & Coaching desde donde presto mis servicios a administraciones públicas, empresas públicas y privadas -a nivel regional y nacional y a escuelas de negocios.
Cuento con 20 años de experiencia en la Administración Pública donde ocupé puestos de alta dirección y coordiné equipos de trabajo en situaciones de crisis.
He coordinado del Servicio de Diagnóstico e Intervención Social en la crisis volcánica de la isla de La Palma.
Estoy especializada en el entrenamiento de habilidades y competencias para el crecimiento personal y desarrollo profesional.
Hay tres temas que me apasiona trabajar: el autoconocimiento; las relaciones humanas y la comunicación; la gestión del miedo y la incertidumbre.
Participo con carácter voluntario en las siguientes organizaciones:
Socia fundadora y vocal de la Asociación BPW Canarias Asociación de Empresarias y Profesionales.